Como si fuera poco, las empresas se encontrarán con un nuevo consumidor, que tendrá nuevas prioridades, diferentes capacidades (mejores capacidades digitales, por ejemplo), nuevos comportamientos, más conciencia sobre su bienestar, menos confianza en el mercado y menos recursos. Y un consumidor que valora más el suministro de servicios públicos (que antes daba por sentado) versus los bienes de confort o de lujo.
La sostenibilidad económico- social, incluyendo la laboral, será más importante -al menos en el corto plazo- que la sostenibilidad ambiental.